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La poesía desarraigada de tono existencial -pesimista e individualista- acaba 

derivando en una poesía social dirigida a la “inmensa mayoría”, como 

pregona Blas de Otero. Los poetas abandonan la expresión de la angustia 

interior y adoptan un tono enérgico de testimonio, protesta y denuncia de 

la situación social. Exigen una transformación de la sociedad y tienen fe en la 

importancia de la poesía como motor de ese cambio (“arma cargada de 

futuro”, así la concibe Gabriel Celaya). Desde un punto de vista formal esta 

poesía se caracteriza por la utilización de un estilo coloquial y directo que a 

veces raya en el prosaísmo o incluso en la vulgaridad (“escribo como 

escupo” confiesa Blas de Otero).

Con respecto a los poetas sociales, en realidad, son los mismos que habían 

cultivado la poesía desarraigada: Blas de Otero, Gabriel Celaya, Victoriano 

Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, etc., pero ahora sustituyen el 

pesimismo por la denuncia y exigen justicia y paz para España, la auténtica 

protagonista de sus versos.

Obras fundamentales: 

-Pido la paz y la palabra (1955) de Blas de Otero y 

Cantos iberos (1955) de Gabriel Celaya.

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